
Uno de los principales problemas cuando voy a correr por el paseo marítimo de Gijón son los olores.
Por un lado, como nos pasa a todos, cuando hago deporte soy más sensible a cualquier olor. Me resulta terrible pasar al lado de un banco con gente fumando o atravesar esa zona del muro donde huele siempre a algas podridas. Cualquier olor duplica o triplica su intensidad cuando uno lleva los pulmones dilatados. Pero hay algo aún más terrible que los malos olores.
Ahora en verano las terrazas están siempre llenas de gente. A la mínima ocasión la gente se agolpa en busca de un rayo de sol frente a una cervecita y una tapa.
El fin de semana rompo mi rutina de ir a correr a las seis de la mañana y suelo ir a media mañana o a media tarde. Cuando paso a esas horas frente a las terrazas del Pery el suelo se inclina 30º hacia arriba y avanzar se convierte en una lucha de titanes.
Las terrazas del Pery es un lugar mítico de Gijón con vistas al mar donde se suele ir a pasar la tarde los fines de semana con los niños. El olor a calamares y demás exquisiteces que salen de sus cocinas es una de las pruebas más duras a las que se debe de enfrentar un corredor en pleno entrenamiento. Hasta ahora he conseguido resistir, pero un día de estos me veré obligada a detenerme, sentarme en la terraza como un dominguero más y pedirme unos calamares y un zumo. Eso sí, al día siguiente carrera doble.
Por un lado, como nos pasa a todos, cuando hago deporte soy más sensible a cualquier olor. Me resulta terrible pasar al lado de un banco con gente fumando o atravesar esa zona del muro donde huele siempre a algas podridas. Cualquier olor duplica o triplica su intensidad cuando uno lleva los pulmones dilatados. Pero hay algo aún más terrible que los malos olores.
Ahora en verano las terrazas están siempre llenas de gente. A la mínima ocasión la gente se agolpa en busca de un rayo de sol frente a una cervecita y una tapa.
El fin de semana rompo mi rutina de ir a correr a las seis de la mañana y suelo ir a media mañana o a media tarde. Cuando paso a esas horas frente a las terrazas del Pery el suelo se inclina 30º hacia arriba y avanzar se convierte en una lucha de titanes.
Las terrazas del Pery es un lugar mítico de Gijón con vistas al mar donde se suele ir a pasar la tarde los fines de semana con los niños. El olor a calamares y demás exquisiteces que salen de sus cocinas es una de las pruebas más duras a las que se debe de enfrentar un corredor en pleno entrenamiento. Hasta ahora he conseguido resistir, pero un día de estos me veré obligada a detenerme, sentarme en la terraza como un dominguero más y pedirme unos calamares y un zumo. Eso sí, al día siguiente carrera doble.
jjajajaja yo soy de las que directamente me quedaba allí sentada al sol con una buena tapa y una cerveza fría en buena compañía
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